Empoderamiento mujeres refugiadas

Yo he estudiado periodismo. ¿Por qué tengo que limpiar casas?

La situación de las mujeres refugiadas y migrantes que intentan empezar una nueva vida en España no es fácil. Carmen Diego Seller es trabajadora social en URDA Spain y actualmente está centrada en ayudar a las mujeres beneficiarias del proyecto Alimenta Su DIGNIDAD. Cada día vive de cerca la realidad de unas mujeres que, pese a las numerosas dificultades a las que deben enfrentarse, intentan sacar adelante a sus familias y mirar al futuro con esperanza. En esta entrevista nos lo cuenta todo.

P: ¿En qué consiste tu trabajo exactamente en el proyecto Alimenta Su DIGNIDAD?

R: Ahora estoy conociendo a las mujeres beneficiarias que acuden a las oficinas de URDA Spain. Y ellas me están conociendo a mí. Me interesa mucho saber en qué punto emocional se encuentran. Por ejemplo, una de sus principales preocupaciones es el acceso al empleo. Pero encontrar un trabajo va asociado a muchos aspectos de los que ellas no son conscientes. Por ejemplo, su autoconcepto. ¿Cómo se sienten? ¿Cómo se identifican? ¿Cómo se venden? Para venderse bien tienen que tener un buen concepto de sí mismas. Parte de mi labor consiste en trabajar su empoderamiento.
 

P: ¿Cómo te encuentras emocionalmente a las mujeres cuando llegan a URDA Spain?

R:  Llegan muy “bajitas” emocionalmente. Yo utilizo una expresión para explicarlo: satélites negativos. Así llamo a todos aquellos aspectos que las rodean y que las afectan negativamente. Por ejemplo, la conciliación. Casi todas tienen hijos pequeños y deben hacerse cargo de ellos solas. Otro satélite negativo es el acceso a la vivienda. Muchas no pueden pagar un alquiler y viven en habitaciones, compartiendo piso con otras familias. No es la situación más idónea para evolucionar ni para empoderarse. Es un contexto muy complicado para desarrollar una vida en familia, tanto para las que están solas como en pareja y sus hijos. 

No poder dar a sus hijos la calidad de vida que les gustaría les entristece mucho. Te lo confiesan entre lágrimas. 

P: ¿Cuentan con apoyo familiar?

R: Como la mayoría son migrantes tienen a su familia muy lejos. Casi todas sufren una carencia de apoyo. La mayoría no tienen amigas en España. No suelen tener en quién apoyarse ni a quién contarle, ni siquiera, que han tenido un mal día. 
 

P: ¿Y algún tipo de ayuda psicológica?

R:  Suelo preguntarles por el tema de la atención psicológica. Salvo alguna que te te dice que conoce al psicólogo de una iglesia o alguna que está siendo atendida por una ONG, el resto ni han ido nunca a una terapia psicológica, ni se plantean ir. Ahí también nos chocamos con una realidad, que es la falta de acceso a unos servicios tan necesarios para cuando te encuentras en una situación así. La mayoría no están acostumbradas a que nadie les pregunte cómo están. De hecho, uno de los días una me decía: ¿Pero usted es psicóloga? No, yo soy trabajadora social, pero me gusta preguntaros esto porque nunca os cuestionáis estas cosas. Y es necesario que a veces alguien te pregunte simplemente cómo te ves o cómo te ven los demás. Nunca se habían hecho esas preguntas a ellas mismas. En ese momento te das cuenta de que la lista de cosas negativas que te cuentan supera siempre a la de positivas. Y eso es muy triste, muy triste.
 

P: ¿Cómo llegan estas mujeres hasta URDA Spain?

R: La gran mayoría de estas mujeres vienen derivadas de los Servicios Sociales o de alguna asociación vecinal de Vallecas. El proyecto Alimenta Su Dignidad nació para cubrir unas necesidades básicas de acceso a alimentos frescos. Además, muchas se encuentran en situación irregular. Para ayudarlas con ese trámite vamos a poner en marcha próximamente un servicio de atención jurídica para ayudarles a regularizar su situación. Si no tienen la documentación en regla, el resto de los escalones no los van a poder alcanzar nunca.

El perfil de las mujeres beneficiarias del proyecto Alimenta Su DIGNIDAD

 

P:  ¿Qué perfil tienen las beneficiarias de Alimenta Su DIGNIDAD?

R: Las beneficiarias tienen que ser mujeres que tengan menores a su cargo y cuyos ingresos económicos se encuentren bajo el umbral de la pobreza. Son familias con una situación económica muy vulnerable. Nosotros tenemos la difícil tarea de seleccionar a las beneficiarias. Dentro de la vulnerabilidad ¿a quién escoges? Es muy difícil porque para mí todas son vulnerables y todas tienen derecho. 
 

P: ¿Cuáles son las nacionalidades de las mujeres beneficiarias?

R: Son diversas. Hay muchas mujeres de origen marroquí, también sirias y argelinas. También tenemos mucha población latinoamericana o de origen latinoamericano que se ha nacionalizado. Proceden de Perú, Colombia, Ecuador, Bolivia, Venezuela, El Salvador… También tenemos mujeres de origen español. El abanico de edad también es muy grande. Hay mujeres que apenas tienen veinte años y mujeres que superan los cincuenta. Algunas no hablan español, sobre todo las de origen marroquí, pero tengo la suerte de que otras mujeres me ayudan ejerciendo como intérpretes. Es una suerte tenerlas porque permiten que todas participen en las sesiones. Si no fuese por ellas todo sería más complicado. 

P: ¿Cómo se organizan las sesiones?

R: Las sesiones se realizan en grupo, con unas ocho mujeres aproximadamente. Pero además les estoy ofreciendo a todas una atención individualizada. Suele ocurrir que muchas no se sienten cómodas contando sus casos dentro de un grupo. Y hay que proporcionarles las dos vías. Me gusta que todas se sientan importantes. 
A las sesiones grupales asisten una vez al mes. Hay cuatro grupos y dentro de los cuatro grupos hay tres subgrupos. Cada martes tenemos una reunión. Ese día les entregamos al principio los vales para que los canjeen por alimentos frescos en el Mercado de Numancia, aquí en Vallecas. A continuación, nos centramos en ellas. Intento detectar sus vulnerabilidades y ofrecerles un espacio de atención y de compartir. Más adelante queremos hacer pequeños talleres relacionados con temas específicos como el empleo, ayudas de acceso a la vivienda, o el ingreso mínimo vital, para que ellas mismas puedan realizar su solicitud.

Cada sesión dura una hora. Tengo la ayuda de una voluntaria por si alguna mamá viene con sus peques.


P: ¿Cuál es su situación legal?

R:  Hay refugiadas, migrantes, mujeres de países latinoamericanos solicitantes de asilo, que la gran mayoría no consiguen. También tenemos a mujeres que están en situación irregular, pero que para solicitar el arraigo necesitan tres años de residencia. Muchas se encuentran en un limbo administrativo hasta que llegue su oportunidad de regularizar su situación. Otras en cambio han podido regularizarla al tener a sus hijos aquí en España. 
Es muy habitual, por desgracia, que prácticamente todas hayan sufrido en algún momento de su vida algún episodio de violencia de género. Estamos hablando de más de un 80%. Algunas han normalizado la violencia de género, otras se han enfrentado a ella, y algunas vienen a España huyendo de ella.
También hay mucho abandono de los menores por parte de los padres. La mayoría son familias monomarentales. Cuando preguntas por los padres, éstos simplemente no están. Hay una ausencia de progenitores masculinos muy elevada. En muchos casos, los padres se encuentran en España, pero no se hacen cargo de sus hijos. 
 

P: ¿En qué puede afectar la convivencia con otra cultura?

R: Por ejemplo, hay muchas personas que no entienden que el feminismo puede trabajarse de distintas maneras según tu cultura. No es lo mismo empoderarte siendo una mujer latinoamericana que siendo española o de origen árabe. La lucha en cada una de ellas se va a manifestar de diferente manera. Y, por tanto, su empoderamiento también.

El acceso al mercado laboral de las mujeres refugiadas y migrantes

 

P: Antes has hablado del autoconcepto. ¿Qué es exactamente?

R: Suelo preguntarles cómo se ven ellas. Muchas dicen que se ven viejas, gordas, feas. Queremos trabajar con ellas para que empiecen a identificarse de una forma más positiva. Intentamos centrarnos en lo positivo. “Me gustan mis ojos, mi pelo”, “Soy simpática”, “sé escuchar a los demás”. Cuando tú formas una imagen positiva de ti misma, provocas que el resto de la gente también te vea mejor. Para mí empoderamiento es que tú te identifiques de forma positiva para que te veas fuerte. Si no, no vamos a poder trabajar ni por dentro ni por fuera. Debemos reducir el peso de la balanza de los aspectos negativos, creando una balanza de aspectos positivos que debe ser cada vez más grande. De hecho, a partir del empoderamiento viene todo lo demás. El acceso a un empleo, por ejemplo. En una entrevista de trabajo es muy importante cómo te vendas, Si tú te vendes bien tienes gran parte del objetivo alcanzado. Pero para eso tienes que estar empoderada. Tienes que creerte lo que estás contando.

P: ¿Cómo pueden empoderarse?

R: Nuestro sistema no está pensado para que las personas se empoderen y sean autónomas e independientes, sino que el sistema fomenta que te lo hagan los demás y salir del paso. Esa no es nuestra idea ni nuestra forma de trabajar. Yo quiero que ellas sepan hacer las cosas. Quiero que cuando les llegue una carta de la Administración, entiendan lo que pone y sepan lo que tienen que hacer. No quiero que vengan a mí y que se lo haga yo. Yo lo hago contigo, pero tienes que hacerlo tú. Tienen que aprender a sobrevivir en estos aspectos. Es muy triste, pero hay gente que, por ejemplo, las cobra por gestionar la solicitud del Ingreso Mínimo Vital, que se trata de una ayuda social. El aprendizaje y conocimiento es una manera de trabajar el empoderamiento.

P: ¿Cómo se enfrentan al acceso al mercado laboral?

R: Un tema que suele aparecer con frecuencia, en el caso de las mujeres musulmanas, es el rechazo al hiyab (velo) a la hora de buscar trabajo. Un hiyab no te hace menos profesional. Las mujeres se topan con un montón de trabas para acceder al mercado laboral. “No puedo encontrar un empleo por falta de formación, y no he podido formarme porque tuve hijos desde muy joven.” Otras, no pudieron terminar sus estudios, ya que tuvieron que dejarlos para casarse, formar una familia, ponerse a trabajar o emigrar. La falta de formación, las dificultades a la hora de conciliar… El mundo actual no está pensado para ellas, y menos la vida en una ciudad grande como Madrid. Además, no se ofrecen muchos puestos de trabajo en horario escolar, que es el que les les permitiría conciliar su vida personal y profesional, sobre todo a las familias monomarentales. Luego nos preguntamos por qué las mujeres son el grueso de la población que trabaja a jornada parcial. Aquí está la respuesta. Además, con una jornada parcial muchas acaban aceptando empleos precarios. Las que trabajan, lo hacen, sobre todo, en limpieza sobre todo, limpieza de oficinas o domicilios, o en el cuidado de mayores. Es muy reducido el espacio laboral que las queda. 
 

P: ¿Incluso para las mujeres que tienen una formación?

R: Sí, hay algunas que tiene formación universitaria, periodismo, por ejemplo. Incluso una de ellas está terminando la carrera de Ingeniería de Minas. Muchas te dicen “No trabajo porque soy mujer, soy madre, soy migrante”. Por desgracia son muchos los obstáculos con los que se topan. Una mujer me dijo: “Yo he estudiado periodismo. Quiero ser periodista. ¿Por qué tengo que limpiar casas? No estoy dispuesta”. Y eso está muy bien porque ellas tienen que marcar su lugar. Eso también es empoderarse. 

Sin embargo, otras te dicen que esto es lo que hay. Son dos formas de ver la vida. Y las dos son respetables.

P: ¿Cómo te ven ellas?

R: A menudo les sorprende que sea alguien joven y me dicen, entre risas, que esperaban que fuese “más mayor”. Creo que me ven como una persona cercana y que las escucha. Insisto en que estoy ahí para apoyarlas, aunque simplemente sea para hablar. Comparto los grupos con ellas y aprendo de lo que cuentan. Me siento afortunada de que compartan todo eso conmigo.
Sé que, si pudiesen retroceder en el tiempo, muchas decidirían dar otros pasos en su vida. Pero ya no pueden. 

No han sido dueñas de sus decisiones. Las que han tenido que emigrar, llegan a otro país solas, con una mano delante y otra detrás. La mayoría acaban trabajando en empleos ingratos y poco valorados, como puede ser de internas, Otras dejaron el colegio muy pronto y no han podido terminar de estudiar.
 

P: ¿Cómo las ven sus hijos?

R: La inmensa mayoría han vivido situaciones de violencia de género. Por eso cuando hablo con ellas de machismo les digo que deben trabajar con sus hijos. Ellos no deben repetir esos comportamientos. Es esencial que ellas aprendan a identificar esos comportamientos machistas para no permitirlos si los detectan en sus propios hijos. Hay un atisbo de esperanza en este aspecto.
Otro de los temas que abordamos es la tristeza. Debemos normalizar la tristeza. Ninguna se permite estar mal y menos delante de sus hijos. Lloran a escondidas. A los niños también tienen que hacerles ver sus emociones. Su mamá es humana y también tiene derecho a estar unos días irascible o triste. Sigue siendo su mamá. Esta es también es una forma de empoderarlas, identificando, aceptando y entendiendo sus propias emociones.

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