¿Queréis conocer la realidad de los refugiados sirios en Líbano? ¿Queréis saber cómo son y cómo viven? ¿Qué necesidades tienen? Estas son las preguntas con las que la Ong libanesa URDA, la mayor del país, decidió invitar a un equipo de Sinfiltros al país con mayor concentración de refugiados según su superficie y población.
Desde que, hace seis años, estallase la guerra en Siria, miles de hombres, mujeres y niños, se han visto forzados a abandonar sus hogares en busca de un lugar donde sobrevivir y escapar del horror. La mayoría de ellos, en contra de lo que pueda pensarse, no desean alejarse de sus raíces y buscan un destino lo más cercano posible al país que les vio nacer. Por esta razón, las montañas que separan Líbano y Siria han sido y siguen siendo (a pesar del cierre de fronteras por parte del gobierno libanés en 2015) uno de los caminos más transitados por los refugiados. Su intención: encontrar asilo en el pequeño estado mediterráneo.
Dependiendo de las fuentes consultadas, el número de refugiados sirios en Líbano se estima en torno a 1,100.000 (ACNUR) o 1.500.000 (Gobierno libanés), de estos, cerca de un 45% se encuentran en el Valle del Bekaa, una zona agrícola a 30 km al este de Beirut, donde los locales se han tenido que acostumbrar a compartir infraestructuras y espacio con los nuevos pobladores. Una simbiosis que no siempre es bien aceptada.
Las escuelas libanesas funcionan con turnos de mañana y tarde para ofrecer educación a los niños refugiados, pero muchos no pueden recibir educación porque sus padres no tienen dinero para pagar su transporte hasta el colegio; los hospitales están saturados, al límite de su capacidad, y los servicios como el agua y la electricidad -deficitarios en un país que desde hace décadas sufre cortes diarios de varias horas- están sobrepasados. Las agencias humanitarias del sistema de Naciones Unidas y las ONG locales e internacionales luchan por prestarles asistencia, pero la escasez de fondos y la desidia internacional hacen que los desplazados se encuentren sin apenas recursos para sobrevivir en su exilio forzoso.
“La diferencia entre un campamento informal y uno formal es el control que se puede tener de la gente que vive en ellos y también la seguridad”, nos aclara Ziad Abou Hoch, presidente de Urda Spain. Lo hace ante uno de esos asentamientos independientes que se forman en torno a familias que pagan un alquiler, en la mayoría de los casos, a arrendatarios libaneses.
El ejemplo contrario a un campamento informal es Al-Awda. A menos de 15km de las montañas sirias, este refugio dirigido por Urda, intenta ser una alternativa digna en la que además de cobijo, los sirios (y los propios libaneses de la zona) reciban asistencia médica, tengan una escuela, apoyo psicosocial, un mercado, gestionado por los propios refugiados y financiado con microcréditos, y hasta una panadería industrial (cerrada temporalmente por falta de fondos) que es la más preparada de todo el Líbano. Este campamento ha sido el ejemplo para comenzar a construir Al-Yasmine (a pocos metros de su hermano mayor), un espacio que actualmente alberga a 140 familias pero con capacidad para 600. “Será el mayor campamento de refugiados de Oriente medio porque, aunque cierren las fronteras, la gente va a seguir huyendo”, porque, aunque en Europa muchos miremos para otro lado, la barbarie de la guerra sigue existiendo.